Los primeros días fuimos a la playa, a conocer el pueblo, a hacer la compra... etc. La verdad no recuerdo muy bien todo lo que pasó aquella semana. No había Internet... bueno, no había ordenador porque estaba enclaustrado bajo llave en el despacho del marido. No tanto porque le preocupara que su mujer lo dañara (los niños no podían hacerlo porque estaban de viaje) sino como para demostrar todo su poder, siendo el único ser capaz de entrar en aquella habitación. La zona parecía encantadora. No podías esperar nada extraño. Todo era como lo habías imaginado: jardines bonitos, cortacésped bonitas, jardineros bonitos, mangueras largas y bonitas... No podía ser mejor.
Pequeños detalles siniestros de la localidad soñada se iban revelando poco a poco, como si te estuviera abofeteando, cada dos pasos, una rafaga muy violenta pero invisible. En los comercios habían carteles avisando que no se podía entrar sin camiseta o con zapatillas de casa. Si Dinamarca llegó a oler a podrido alguna vez fue porque no metieron las narices en la costa este americana.
Estuvimos los primeros días solos porque su marido (de ahora en adelante vamos a llamarlo "El puto asshole" como lo llamaba ella) estaba de viaje. Viajaba varias semanas completas, quizás tres al mes. Llegó un lunes por la mañana. Yo, con mi afabilidad y simpatía severamente estiradas, me dispuse a la entrada a decirle "¡HELLO, THANK YOU VERY MUCH FOR INVITE ME AND PAY MY TICKET!". Lo había visto una vez. Nos visitaron creo que en una navidad, pero en ese entonces las únicas veces que veía a mi familia era cuando me cruzaba con ellos en el pasillo o en el comedor.
Recuerdo que era gigante. Un americano estándar. Le dije hi, how are you y puso cara de júbilo. En mi familia, aparte de un primo (que estuvo en una cárcel en Estados Unidos por traficar con coca para pagarle una operación de cáncer a su novia. Cosa que nadie de mi familia sabe, excepto yo y mi prima yankee, que me lo confesaría un mes después) y mi primo hermano (que ahora hace ruta por las fabricas del extrarradio para buscar trabajo, pero que en su momento vino a V desde C buscando el sueño europeo, aprendiendo inglés en una academia de esas que tienen como logo una estatua de la libertad, que proyectan falsos viajes a Nueva York y amistades interesantes) nadie más entendía ni pío, aunque la verdad nosotros tampoco andábamos muy sueltos. Me recibió con entusiasmo indiferente. Yo me limité a hacer lo que se pide en estos casos y volví a mi espacio vital, que era la planta baja y que ya no estaba amenazada por ningún espécimen con pinta de violador de niños. El tipo parecía simpático. No se esforzaba demasiado en la relación y eso me gustaba. Sabía que yo andaba muy justo con el idioma y él tampoco era una persona con muchas cosas que decir. La única impresión que me dio es que era un tipo que para nada era como esa impresión que daba (oscuramente simpático) sino algo mucho peor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario